29 de junio de 2013

Escribiendo a la eternidad

Quizás en un viaje infinito, allí donde acaban las estrellas, o quizás con una simple mirada y una palabra que resuene en un recóndito lugar donde sólo su oído llegue a escuchar, cuando el silencio sea el presente y solo cuando se apaguen las estrelladas noches de Neruda, no quedará nada, no quedará nada por lo que luchar, ni una sola primavera en la que gritar, solo podremos escuchar la eternidad.

Y en esa eternidad se me quedan atravesadas las palabras, al igual que parte de mi mirada, atravesada por el olvido, se quedó observando la inmensa luna llena de Lisboa bajo el suspiro del Tajo.

Y en esa eternidad escucho llorar al otoño, que deja caer sus lágrimas sobre nuestras vacías manos, en forma de lluvia, de hojas que en el suelo conforman una larga y estrecha alfombra hacia el invierno, que enfría, pero no tanto como la helada soledad, no tanto como la ensombrecida realidad.

Y en las oscuras sombras de la realidad, aquí, en este lugar, es donde se encuentran mis vulgares palabras, intentando arrancar quizás una lágrima, o quizás una sonrisa, un recuerdo, algo que me acerque a la eternidad, a tú eternidad, y acercarme así, de la única forma posible, a un beso demasiado lejano, al sueño que nunca debimos soñar…  y en tu eternidad me encuentres siempre que busques un poco más allá, porque tengo miedo de que no vuelvas a leerme, porque tengo miedo de que la eternidad arrugada por el paso del tiempo, olvide estas palabras, y caigan, y se pierdan en un vacío, en el que solas, sin tu ayuda, no se podrán encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario