29 de mayo de 2015

Esencia.

Hace ya demasiado que bailas entre el arte,
que haces magia con la sonrisa,
y dibujas esas miradas infinitas que hasta Van Gogh miraría con envidia.
Hace ya demasiado, que haces poesía de la vida,
o vida de la poesía, (no lo tengo demasiado claro aún). 

Que llevas una vida enseñando a las noches
que en la oscuridad no sólo brilla la luna,
y que las estrellas no son más que los lunares de tu espalda
guiando al poeta a tu almohada,
abriendo la puerta al sueño.

Porque has sido la musa de amaneceres lluviosos
en el invierno más frío que ha aguantado este boli, 
ya sin apenas tinta.

Porque te he visto llorar con las manos vacías 
como lloraron las palabras un ya lejano 18 de agosto,
pero también he visto a la eternidad
 asomarse al abismo de tu clavícula,
y sentir vértigo,
miedo al vacío, al olvido.

Y es que en tu piel tienes escritas 
las letras más bonitas que a visto Madrid salir de Atocha, 
y claro, ¿así cómo voy a poder dormir?
Si tus piernas son las hermanas gemelas del insomnio, 
y tengo cada uno de tus susurros tatuados en mis labios,
que no se han cansado de sangrar desde el último beso,
desde el último -te echo de menos, idiota-

26 de mayo de 2015

Instantes.

El principio está en el instante que le robas a la historia para ser inmortal. Está en el momento en el que dejas de nadar a contracorriente. El principio, cuando quieres dejar de ser persona, para convertirte en palabra. Y entonces, tocas la retórica como tocarías las estrellas en una noche de esas de echar de menos. Rozas los labios y disparas sin precaución, porque el mundo es para valientes y a ti te he visto ganar batallas perdidas, lamer heridas y susurrar lágrimas.

Si, el principio está en ese instante, en el momento en el que buscas el oxígeno que a veces te falta,
(llamémoslo suicidio,
o simplemente invierno)
en su boca.
En el que su sonrisa, se convierte en la toma de tierra y a partir de ahí, te permites el lujo de volar.
Ese puto instante en el que escribirías sobre su espalda los versos mas sinceros que tus dedos se han permitido acariciar. Y ese instante, es la eternidad disfrazada de milésima. Milésima que con la boca abierta y las pulsaciones a mil saborea el baile de su cuerpo a oscuras.

Entonces, cuando eres consciente de toda su poesía, deseas que se pare el tiempo y que nunca se haga de día solo para poder quedarte a vivir allí. Y le haces un sitio, en la cama, en el folio, y en tu vida. Le haces censura y grito.
Le haces tuyo,
y secuestras su reloj,
como si con ello
le arrebataras su tiempo,
como si con ello
fueras capaz  de hacer
que esta noche,

sea cada noche.