26 de mayo de 2015

Instantes.

El principio está en el instante que le robas a la historia para ser inmortal. Está en el momento en el que dejas de nadar a contracorriente. El principio, cuando quieres dejar de ser persona, para convertirte en palabra. Y entonces, tocas la retórica como tocarías las estrellas en una noche de esas de echar de menos. Rozas los labios y disparas sin precaución, porque el mundo es para valientes y a ti te he visto ganar batallas perdidas, lamer heridas y susurrar lágrimas.

Si, el principio está en ese instante, en el momento en el que buscas el oxígeno que a veces te falta,
(llamémoslo suicidio,
o simplemente invierno)
en su boca.
En el que su sonrisa, se convierte en la toma de tierra y a partir de ahí, te permites el lujo de volar.
Ese puto instante en el que escribirías sobre su espalda los versos mas sinceros que tus dedos se han permitido acariciar. Y ese instante, es la eternidad disfrazada de milésima. Milésima que con la boca abierta y las pulsaciones a mil saborea el baile de su cuerpo a oscuras.

Entonces, cuando eres consciente de toda su poesía, deseas que se pare el tiempo y que nunca se haga de día solo para poder quedarte a vivir allí. Y le haces un sitio, en la cama, en el folio, y en tu vida. Le haces censura y grito.
Le haces tuyo,
y secuestras su reloj,
como si con ello
le arrebataras su tiempo,
como si con ello
fueras capaz  de hacer
que esta noche,

sea cada noche.

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